Todos somos Bárcenas

Hastiado de la demagogia barata y creciente que rodea los medios de comunicación de unos años para acá me dispongo a escribir algo para lo que usted, estimado lector, encontrará una excusa acorde. Usted, yo, y seguramente hasta el perro de su vecino somos Bárcenas; con la diferencia de que ninguno de nosotros ha tenido hasta la fecha la oportunidad de poder perpetrar su obra a tales dimensiones.

Sé lo que estáis pensando pero no me la dais, no me vais a convencer de que existe diferencia entre robar un Donuts en el Carrefour o 22 millones de euros de dinero público. El hecho moral es el mismo. Os ampararéis en que a Carrefour un Donuts no le va a llevar a la ruina y ahora estáis en paro, y es cierto. Bárcenas diría que había alcanzado un nivel de vida que no podía sostener con su salario y a cada español tan solo nos robaba 0,50€ (Dato que por otro lado agrava el delito del Donuts).

Foto: libertaddigital.com
Foto: libertaddigital.com

España es corrupta, pero nosotros preferimos llamarlo “todos los políticos son unos ladrones”, que suena mucho mejor, dónde va a parar. Porque si alguien roba es por necesidad, salvo que sea un político o un banquero, que lo hacen por aburrimiento. Los sindicatos roban por necesidad, los medios de comunicación abusan de los becarios por necesidad, el 90% de los empresarios le mete horas extra sin pagar a sus empleados por necesidad, si estafamos a hacienda es por necesidad y si podemos evadir el IVA en algún servicio profesional es por necesidad, todo lo hacemos por necesidad, incluso encargarle a nuestra abuela medicamentos para no tener que pagarlos, porque no somos políticos, tenemos necesidades.

Siempre he pensado que cuando descubren a un político que ha metido mano en bolsillo ajeno lo único que nos duele es recordar que ese señor podríamos ser nosotros. Podríamos elevar nuestro nivel de corrupción a cotas altísimas, pero no nos dan la oportunidad, nadie nos vota.

 Y esto que cuento no significa que Bárcenas no sea un hijo de puta, que lo es, pero tanto o más que muchos de nosotros, con la diferencia de que a él un Donuts no le hubiera solucionado mucho. Políticos y banqueros corruptos hay en la misma proporción que vecinos, amigos o primos corruptos, pero nosotros no estamos en el ordenador de Inda.

Roberto Rodríguez | @Roberlusconi

1 Comments

  1. No todos somos Bárcenas, como bien han contestado en otro artículo y si lo somos es por culpa de los Bárcenas. Una explicación social como la de este artículo tiene mucho peligro, si la culpa es de la sociedad, de que «todos somos Bárcenas», entonces no es del corrupto, la culpa no es de Bárcenas. Le exculpa. Y eso es lo que desea el corrupto, involucionar (degenerar), eliminar el sentimiento de vergüenza del corrupto para facilitar las cosas y ampliar la comprensión hacia sus actos. Además, eso contamina la sociedad. Así, si alguien les señala su desvergüenza le responderán que así somos todos los españoles desde tiempo inmemorial y que cualquiera de ellos que estuviese en su lugar haría lo mismo. Tal argumento es de una eficacia inmediata, el oyente lo encaja, hace examen de conciencia y descubre que él también tiene faltas, que no es perfecto, se avergüenza y desiste de tratar de cambiar las cosas. No sólo eso, sino que se convierte en un corrupto más por el efecto contagio.

    Los Bárcenas no son causa de la sociedad, sino que muy al contrario la sociedad es la causa de sus dirigentes. Lo cierto es que la corrupción no es algo cultural Mediterráneo ni typical spanish, tampoco los españoles tenemos el gen «corrupto». Hay estudios que parecen ir en todo caso en la dirección opuesta: los países desarrollan «malas» culturas -o culturas donde predomina la desconfianza social- como consecuencia de unos elevados niveles de corrupción.

    Cuando durante muchos años hay corrupción por el poder de forma sistemática y generalizada y no pasa nada, el sistema y el poder siguen corrompiéndose y pudriéndose más aún si cabe. La corrupción en el poder produce una pedagogía corruptora. Si el Ministro tal se lo lleva crudo, ¿cómo yo que soy concejal no lo voy a hacer? ¿Cómo yo que soy ciudadano no voy a defraudar? La corrupción es contagiosa. Un estudio de Carrell, West y Malmstron afirma que cada nuevo tramposo “infecta” aproximadamente a 0,6 personas como sugiera la estimación, y la población es grande se puede llegar a 1/(1-0.6), o sea alrededor de 2,5 personas. Esa desconfianza interpersonal no sería nada más que la consecuencia de malos gobernantes por generaciones. Ese sería nuestro laberinto, la desconfianza asumida, casi genética, que se recarga como las pilas con cada caso de corrupción o de inoperancia política. Sin embargo, esa desconfianza, además de consecuencia también podría convertirse en solución, con una actitud constante de desconfianza, vigilancia y exigencia de cuentas permanente.

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