(No) todos somos Bárcenas

Fue René Magritte quien representó en El arte de la conversación a dos caballeros charlando afablemente sobre un fondo amplio y gris. A pesar de que sus caras nos son ajenas, no parece que el sofoco y el odio sean dueños de sus palabras.

René Magritte, El arte de la conversación, 1963. Óleo sobre lienzo. Diego Duque. Colección Particular.©VEGAP, Madrid, 2013.
René Magritte, El arte de la conversación, 1963. Óleo sobre lienzo. Diego Duque. Colección Particular.©VEGAP, Madrid, 2013.

La conversación cara a cara tiene sus ventajas, pero también sus inconvenientes, como esos argumentos poco razonados que acaban por colapsar a su artífice. Yo soy más de escribir, de meditar las ideas y luego plasmarlas allá donde sea. En la vida real – y cuando la confianza lo permite – me gusta comportarme como un Mike Tyson del argumento (rápido, flexible y contundente). Sin embargo, cuando me siento frente a desconocidos, preparo el combate con la misma paciencia que Muhammad Ali. Como esta es casa de desconocidos caballeros – las firmas así lo indican. Solo una mujer dejó su sello el pasado enero–, me colocaré el traje de Magritte en vez de los guantes de boxeo para discutir el artículo que publicó el compañero Roberto Rodríguez con el título Todos somos Bárcenas.

Cuando lo leí me quedé impresionado más que malhumorado. No podía creer que a estas alturas del juego la trampa del «tú harías lo mismo en su situación» pudiera colar con tanta facilidad. Tal y como la fauna ibérica se está comportando, la comprensión, por nimia que sea, tendría que estar descataloga de nuestros argumentos y quedar relegada a un chascarrillo de bar o, si se es un payaso de la televisión, al circo que es La sexta noche (recuérdese ese momento en el que Carlos Sobera nos enseñó que todos llevamos un Urdangarin dentro).

En Todos somos Bárcenas, el autor sostiene que robar un Donut en el Carrefour o 22 millones de euros de dinero público tienen un denominador común. Cierto, es un robo; pero el hecho moral no es el mismo. ¿Matar a una persona en defensa propia es equiparable a matar por disfrute a diez, veinte, treinta…? No hace falta enmascarar el argumento para darse de bruces con la evidencia: la cantidad y el contexto cuentan, de ahí que las leyes sean más suaves con el que roba un Donut que con el que se queda 22 millones de euros de las arcas públicas.

Además de este mantra ya escuchado, podíamos leer que el robo por necesidad es, a pequeña escala, el mismo que se comete por mantener unos niveles de vida obscenos. Decía así: «Os ampararéis en que a Carrefour un Donuts no le va a llevar a la ruina y ahora estáis en paro, y es cierto. Bárcenas diría que había alcanzado un nivel de vida que no podía sostener con su salario y a cada español tan solo nos robaba 0,50€ ». La pregunta sería si es digno que un cargo público decida optar por un estilo de vida que los ciudadanos a los que representa no alcanzarían ni aunque acumulasen la riqueza de cien vidas. Mi opinión es clara y directa: la política debe servir al ciudadano y bajo ningún concepto lucrar por encima de sus posibilidades al representante.

El artículo finaliza asegurando que Bárcenas es «un hijo de puta, pero tanto o más que muchos de nosotros, […] Políticos y banqueros corruptos hay en la misma proporción que vecinos, amigos o primos corruptos, pero nosotros no estamos en el ordenador de Inda». Aun admitiendo que no es permisible la corrupción, no deja de lado la idea de que muchos haríamos lo mismo en situaciones de poder, algo que me horroriza puesto que supondría asumir que la dignidad, la coherencia y la solidaridad son ideas utópicas que poco tienen que ver con el ser humano. Quizá es la estructura la que está podrida y su mecanismo el que permite ascender al trepa sin escrúpulos en vez de al honrado. Pero es más fácil agachar la cabeza frente a los corruptos que aceptar de una vez por todas que el sistema en el que vivimos se sostiene sobre unos viejos naipes roídos que apestan a pasado.

Prefiero quedarme con la idea de que somos más los que no consentimos la corrupción ni la justificamos alegando que es inseparable a nuestra condición. No todos somos Bárcenas. Es más, la mayoría no lo somos.

6 Comments

  1. Muy de acuerdo, No todos somos Bárcenas. Y con este tipo de árticulos y declaraciones, hacemos flaco favor al objetivo de sociedad que deberíamos ser,
    Si argumentamos de esta manera, damos coartada al corrupto, normalizando su actuación como si fuese la usual de todos en su trance, además damos al resto de la sociedad el mensaje de que esa forma de actuar es lógica y tonto es el que no lo hace.

    Un saludo.

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  2. Muy de acuerdo, No todos somos Bárcenas. Y con este tipo de árticulos y declaraciones, hacemos flaco favor al objetivo de sociedad que deberíamos ser,
    Si argumentamos de esta manera, damos coartada al corrupto, normalizando su actuación como si fuese la usual de todos en su trance, además damos al resto de la sociedad el mensaje de que esa forma de actuar es lógica y tonto es el que no lo hace.

    Un saludo.

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