El problema de la vela

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El problema de la vela. Karl Duncker.
El problema de la vela. Karl Duncker.
  • Mesa

  • Cerillas

  • Caja de chinchetas

  • Vela

Objetivo: encienda la vela de tal manera que no toque la mesa ni derrame cera sobre ella.

 Este acertijo, conocido como El problema de la vela, fue diseñado por el psicólogo de la escuela Gestalt, Karl Duncker, y publicado en 1945, cinco años después de que acabara con su vida tras una profunda depresión. Tenía 37 años.

La primera solución que viene a la mente es intentar clavar la vela a la pared con las chinchetas; absurdo e imposible. Después, cuando nos damos cuenta de lo estúpidos que fuimos al creer que con una chincheta cuyo pincho no supera el medio centímetro íbamos a clavar una vela a la pared, nos percatamos de que las cerillas han sido dadas con un propósito. Así que con toda nuestra buena voluntad, encendemos una para derretir parte de la vela y pegarla a la pared. Fácil, ¿no? Pues inténtelo en casa y verá que lo de clavarla era mejor idea. Y si tiene gotelé, no debería ni habérselo planteado.

La solución al problema pasa por entender que los elementos que nos dan pueden ser utilizados de otra manera. La caja de chinchetas no sólo es capaz de almacenarlas, sino que puede ser clavada a la pared para, esta vez sí, colocar la vela sobre ella y completar el objetivo pedido, como se puede ver a continuación.

Solución del problema de la vela. Karl Duncker.
Solución del problema de la vela. Karl Duncker.

Este sencillo acertijo – sencillo porque cuando se llega a la solución da vergüenza admitir que se ha dedicado más tiempo del necesario – evidencia lo atrapados que estamos a la hora de ofrecer respuestas a los problemas en los que es necesario escapar de la fijación funcional – la incapacidad para asociar a un objeto una función distinta a la que estamos acostumbrados – y emplear el pensamiento lateral, aquel que nos permite abordar los problemas de manera indirecta y con un enfoque creativo.

Unos años después, en 1962, Sam Glucksberg, profesor de la Universidad de Princenton, modificó ligeramente el experimento. Escogió a dos grupos. A los componentes del primero les dijo que iba a cronometrar el tiempo que tardarían en resolver el problema, mientras que a los del segundo les prometió un incentivo económico si eran los primeros en encontrar la solución. El resultado de Glucksberg es el que no esperan: los que iban a recibir una compensación económica tardaron más tiempo que los primeros.

Esto que en un principio se opone al sentido común, se aclara cuando recordamos situaciones de nuestras vidas en las que la creatividad ha jugado un papel fundamental y se ha visto frenada cuando la recompensa (no sólo económica) entraba en juego. En mi caso, que estudié una carrera científica, la creatividad era necesaria para resolver cierta clase de problemas, de tal manera que no bastaba con hincar los codos. Todo aquel que haya estudiado algo parecido, sabrá que cuando te presentas a un examen sabiendo que te juegas cuatro meses de estudio, las ideas felices que en casa fluían como si no hubiera un mañana, no aparecen tan fácilmente el día del examen.

Por tanto, los incentivos no fomentan la creatividad, sino que dificultad el fluir de las ideas y entorpecen el pensamiento. Y así se ha demostrado con el experimento de Glucksberg una y otra vez durante cuarenta años. Es decir, la combinación «si haces esto conseguirás lo otro» no funciona en todas las circunstancias, solo en aquellas en las que la creatividad no juegue un papel fundamental.

El problema de la vela modificado.
El problema de la vela modificado.

 Sam Gluksberg quiso ir más allá y modificó de nuevo El problema de la vela. En vez de presentar las chinchetas dentro de la caja, las dejó sueltas sobre la mesa, consiguiendo así que los sujetos, en vez de ver sólo las chinchetas, prestaran atención a la caja y la incluyeran en el conjunto de elementos a utilizar para resolver el problema. La función fija de la caja (almacenar chinchetas) ya no era la misma. Con estas condiciones, ¿qué grupo creen que resolvió antes el problema, los que recibirían dinero si eran los más rápidos o los que solo obtendrían la satisfacción de ser los primeros? En este caso, el resultado se dio la vuelta. Los que habían sido motivados económicamente resolvieron antes el problema, poniendo sobre la mesa un resultado esclarecedor: la recompensa económica sólo sirve para motivar la resolución de tareas sencillas.

 En un mundo en el que la creatividad juega un papel fundamental, estos resultados son molestos. Es evidente que si no pagas a alguien es imposible que resuelva situaciones en las que la solución hay que buscarla dando vueltas a las reglas, elementos y demás condicionantes. Sin embargo, hay que tener en cuenta que para la resolución de un determinado tipo de problemas, la recompensa económica no provocará una mayor eficiencia, sino todo lo contrario. Es por ello por lo que se han buscado métodos que permitan resolver estos problemas en los que la solución no es directa.

 Daniel H. Pink, autor del libro Drive: The Surprising Truth About What Motivates Us, postula que los tiempos en los que la motivación se consigue con dinero han quedado atrás. En el siglo XXI la motivación se consigue activando los motivadores intrínsecos: autonomía, dominio y propósito. Autonomía como «el impulso de dirigir nuestras vidas»; dominio entendido como «el deseo de mejorar en lo que consideramos importante»; y propósito es «el sentimiento de que lo que hacemos está al servicio de algo superior a nosotros mismos». Solo así, y no reduciendo o incrementando el salario, se consigue, según Daniel Pink, resolver con éxito el problema que tenemos al pretender encender una vela cuando pensamos en el beneficio. Conseguir que se aumente el salario es otro tema…quizá más complicado que encender una vela.

Diego Duque

5 Comments

    1. Javier. Buen punto, Lo que sucede es que la traducción del inglés es deficiente. en el original, el problema es: » how to fix a lit candle on a wall (a cork board) in a way so the candle wax won’t drip onto the table below» y su traducción es «Como fijar una vela A UNA PARED (o un corcho) de tal manera que la cera de la vela no se derrame sobre la mesa que está debajo»…

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